MI EXPERIENCIA EN LA CÁRCEL DURANTE EL MUNDIAL DE FÚTBOL DEL ´78
Entre el 1° y 25 de junio de 1978 se desarrolló en la Argentina el undécimo campeonato mundial de fútbol. En estos días estaba viendo un programa televisivo donde algunos periodistas recordaban cómo pasaron esa época. Me pregunté, aunque no sea periodista, por qué no hacer pública mi experiencia personal sobre tales hechos, sobre todo, a una edad en que la importante memoria que siempre tuve se va disipando. Aprovechemos antes de que olvide muchas partes.
Se agradece la colaboración como corrector del cro. de Izquierda Socialista en el FIT - Unidad y docente de la vecina ciudad de Ensenada: Prof. Amelio Aquiles Del Fabro.
Gobernaba la dictadura militar que irrumpió en el país el 24
de marzo de 1976 luego de un decadente gobierno peronista, primero con Juan
Domingo Perón de presidente y su esposa María Estela Martínez de Perón,
Isabelita, de vice. Posteriormente, ante la muerte del líder que frustró las
esperanzas del movimiento popular, quedó ejerciendo el primer cargo su viuda.
En esa época el gobierno brindó cobertura para el desarrollo
de las bandas fascistas que, con sus atrocidades, generaron el clima propicio
para el golpe militar.
En mi caso era un joven militante del PST de La Plata desde
1974 y con una experiencia de terribles golpes recibidos contra nuestro partido
y militancia. En nuestra regional, vivimos casos tremendos. La Masacre de La
Plata (5 y 6 septiembre de 1975) donde secuestraron y asesinaron ocho compañeros
en el término de unas 24 hs, el asesinato de Carlitos Scafide (13 enero de
1976) en Ensenada que fue secuestrado en su domicilio, torturado, fusilado y
volado su cuerpo con explosivos. Y el secuestro de los compañeros de Tolosa (11
mayo de 1977).
Este último fue un golpe tremendo para mi compañera Pelusa
(mi pareja en esa época y actualmente) y para mí porque ellos tres y nosotros
dos formábamos parte de una de las tantas células clandestinas del PST.
Los compañeros vivían
en un departamento “de las mil casas” en el barrio de Tolosa en La Plata, el
mismo que era nuestro centro de funcionamiento secreto inclusive para el mismo
partido. Ellos eran Julio Matamoros (el “Bocha” de 21 años), estudiante de
Derecho y luego empleado bancario; Mónica De Olaso (“Moniquita” de 18 años),
estudiante y su pareja Alejandro Ford (el “Negro” de 20 años), egresado de la
Escuela de Bellas Artes, ex dirigente de la Juventud Peronista (UES) y reciente
trabajador de la destilería de YPF de La Plata.
Fueron secuestrados
una fatídica noche. Nunca más supimos de ellos hasta que, pasados 36 años del
secuestro, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) los identificó en
una fosa común del Cementerio de Ezpeleta, enterrados como NN. Se supo que
estuvieron en varios Centros Clandestinos de Detención y, finalmente, fueron
fusilados frente a la Comisaría de esa localidad, simulando un enfrentamiento.
La masacre de Tolosa nos obligó a Pelusa y a mí a tener que
alejarnos de La Plata. Renunciamos a nuestros empleos. Yo a Propulsora (donde
gracias a las mezquindades, competitividad y vieja tecnologías de las fuerzas
represivas, volví a ingresar en 1979). Ya había tenido que renunciar en 1976
como empleado del Banco de la Nación Argentina y también tuve que abandonar la
facultad de Ciencias Económicas.
Nos fuimos, primero a capital y luego, ante una propuesta de
la Dirección Nacional del PST, a Mendoza donde había que reconstruir la
regional que había sido devastada por la dictadura.
Así que, a mediados de 1977, parte Pelusa hacia esa
provincia y, una vez que consiguió alquilar una “piecita” y encontró trabajo,
partí yo.
Nos encontramos en Mendoza, conseguí trabajo, nos fuimos
juntos a una pensión y, luego, a un pequeño departamento.
En 1978 se jugaba el mundial de fútbol en nuestro país. Ahí
era cuando la dictadura decía que éramos “Derechos y Humanos” mientras
desaparecían miles, violaban compañeras, apropiaban niñes y aterrorizaban a la
población todavía confundida.
En febrero de 1978 estábamos llevando adelante la campaña
financiera del PST para recaudar fondos en ayuda de los familiares de los
presos políticos, tanto propios como de cualquier origen.
Visitábamos varios antiguos contactos del partido. Uno de
ellos, empleado del Banco Nación, me pidió que volviera en otra oportunidad
(una o dos veces). Así lo hice y, a plena luz del día, en medio del centro de
la capital mendocina, en zona y horario bancario, fui secuestrado por agentes
de los servicios que me llevaron al tristemente popular “D2”, Departamento 2 de
Inteligencia de la policía provincial, conocido centro de detención y tortura.
A Pelusa la secuestraron al mediodía cuando volvía a nuestro domicilio luego de
la jornada matinal de trabajo.
Estuvimos varios días desaparecidos sufriendo los
interrogatorios y luego, ya con la presencia y reclamo de nuestros familiares
de La Plata (de Pelusa) y de Lobos (míos) fuimos reconocidos y trasladados a la
penitenciaría de Mendoza y alojados en el pabellón de presos políticos (en mi
caso) y en el sector de presas políticas del pabellón de mujeres ( en el caso
de Pelusa).
En el pabellón en que me alojaron estaba con compañeros. de
la JP (Juventud Peronista), el PC (Partido Comunista), el PB (Peronismo de Base),
el PJ (Partido Justicialista), el PCR (Partido Comunista Revolucionario) y
algún otro que no recuerdo.
En ese pabellón no podíamos tener radios, diarios ni mucho
menos, televisores. Gestionamos uno para poder ver el mundial, cuestión a la
que accedieron debido que se trataba de ver a la Argentina abierta al mundo, en
una supuesta situación de paz, con un gobierno firme y, en lo posible, con una
selección de fútbol triunfante. Pero sí pusieron condiciones: el televisor
aportado por familiares de uno de los detenidos sería ingresado al pabellón y
encendido para el comienzo del partido, apagado en el entretiempo y, vuelto a
encender para el segundo tiempo. Se apagaba y retiraba al finalizar el partido.
Obviamente era para ver solo a la selección argentina. Pero algunas cositas se
les escapaban y de algo, aunque poco, nos enterábamos.
Hasta aquí solo he descripto algunas situaciones que, aunque
interesantes para algunas y algunos, para otros no escapan a la normalidad que
establecieron los dictadores. La notita más interesante es la que paso a
describir.
Días antes del mundial ingresan al pabellón unos cuatro o
cinco compañeros. (ya no recuerdo bien el número). Estaban muy asustados, más
unos que otros, pero sobre todo desconcertados.
Todo el grupo los abordó para llevarles tranquilidad (dentro
de lo posible) indicándoles que éramos presos políticos y no criminales
temibles. Les preguntamos sobre sus presuntas actividades políticas, pero nos
encontramos con tres coincidencias muy llamativas. La primera, que no eran
militantes políticos. La segunda, que había algo en sus historias o vidas que
tenían un hilo conductor hacia la política. La tercera y más llamativas de
todas, que eran todos empleados de importantes hoteles de Mendoza capital.
Respecto a la primera, simplemente eso, no tenían militancia
política. Sobre la segunda, uno había hecho teatro popular con sectores de la
JP previamente al golpe, otro había estado con un partido de izquierda en las
elecciones de 1973, el otro tenía un hermano en el PC y del resto no recuerdo.
Creo que era ese del cual no recuerdo sus ligazones con la
política que el primer día lloraba sin cesar hasta que un viejo compañero del
PC (mucho más joven que yo ahora) le gritó eso de que ahí no tenía que temer de
nosotros porque éramos gente seria, militantes políticos que los íbamos a
ayudar y no perjudicar. Con eso parece que entendió y se calmó. Todos se fueron
integrando al grupo en esos 25 días de mundial. Es más, hicimos varias
actividades con ellos como obras de teatro. Claro, los espectadores sentados en
el patio y, los actores, dentro de los calabozos que daban a la galería para no
quedar expuestos a lo prohibido. Obviamente, ante la vista gorda de carceleros de
un penal común, que no tenían interés en “cuidar” presos políticos y no querían
tener cuentas pendientes con nosotros.
Pasó el mundial. A estos compañeros. los largaron y, si mal
no me acuerdo , por cometarios de parientes supimos que sólo los interrogaron a
la salida sobre sus vivencias en nuestro pabellón y volvieron a sus trabajos.
Hasta ahí sé (y me acuerdo).
Conclusión: no los consideraban gente peligrosa pero que sí
podía dar opiniones críticas de la dictadura a turistas y cronistas extranjeros
alojados en los hoteles en que estaban empleados. Por las dudas nomás, los
“encanaron”.
Terminando el mundial (o apenas terminados) un día nos
hicieron formar fila en la galería del pabellón, bien firmes. Ingresó un grupo
de jóvenes soldados (tal vez colimbas, tal vez cadetes). Pasaron antes
nosotros. Yo esperaba la paliza pero, solo nos preguntaron y, hasta sorprendidos
con nuestra respuesta, si estábamos procesados. Obviamente la respuesta que los
sorprendió fue que no. Nada más supimos sobre esto.
Luego desembarcó en el penal un grupo de Amnesty International
(Amnistía Internacional) para tomarnos testimonio de nuestras experiencias.
Recuerdo que comenzaron diciéndome: no me cuente sobre las torturas que
recibió, eso ya lo sabemos, cuénteme algo más particular.
Hasta ahí la etapa del mundial que viví en la cárcel.
Seguramente siga escribiendo sobre otras cosas antes de que la memoria termine
de traicionarme completamente.
Nos estamos viendo.
Muy interesante tu vivencia, Pepe, muy importante tu testimonio de lo que pasó en esa época, más ante un gobierno que busca instalar mentiras sobre las acciones de las FF.AA. y ocultar el desastre que hicieron. Abrazo enorme
ResponderBorrarAsí es Amelio. A veces parecen pequeños detalles sin importancia pero con todos los pedacitos se construye esa terrible etapa, Y hay que tenerla presente "enterita"
BorrarTodo lo que contás es muy importante, para vos y para todes, No lo sabía, sólo tiempo después me enteré que Pelusa y vos habían estado presos. Sin duda, semejantes experiencias son imborrables, y es fundamental que toda la militancia las conozca para darle más fuerza a la lucha por Verdad, Memoria y Justicia. Un abrazo!!
ResponderBorrarOtro para vos Manuel
Borrar