A 48 AÑOS DEL SECUESTRO Y DESAPARICIÓN EN TOLOSA (LA PLATA) DE TRES MILITANTES DEL PST.
A 48 AÑOS DEL SECUESTRO Y DESAPARICIÓN
EN TOLOSA (LA PLATA) DE TRES MILITANTES DEL PST.
Siguiendo
con los textos que decidí escribir relacionados a vivencias políticas que me ha
tocado vivir y, como homenaje a tres militantes del PST secuestrados y desaparecidos
en Tolosa – La Plata en 1977 y posteriormente asesinados, hago esta publicación
Si
bien ya lo he aclarado anteriormente, creo que reiterarlo no está demás. Me
refiero a que se trata de un intento de preservar experiencias personales y
colectivas de ya medio siglo en que he adherido a la corriente Trotskista –
Morenista de Argentina, PST, MAS, MST y hoy, con Izquierda Socialista, uno de
los partidos integrantes y fundador del frente de Izquierda – Unidad.
Sin más
preámbulos, paso al relato:
El 11 de mayo de 1977, en plena
dictadura militar, secuestran y desaparecen en el barrio de las mil casas de
Tolosa, en la ciudad de La Plata, a tres militantes del PST (Partido Socialista
de los Trabajadores).
Ellos eran Julio Matamoros (El Bocha)
que tenía veintiún años y había sido primero estudiante de derecho y luego trabajador
bancario, Mónica de Olazo (Moniquita) de dieciocho años, estudiante, y
Alejandro Ford (El Negro) de veinte años, egresado de la Escuela de Bellas
Artes de la UNLP, ex dirigente de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios –
organización de la juventud peronista) y, en esa fecha, recientemente ingresado
como trabajador a la destilería de YPF de La Plata.
Recuerdo que yo había ingresado en
marzo del mismo año a Propulsora Siderúrgica (hoy Siderar - Techint), fábrica
siderometalúrgica de la localidad de Ensenada. Junto a un compañero llamado Miguel,
que también hacía poco que había ingresado a la fábrica Petroquímica
Sudamericana / Hilandería Olmos (hoy Mafissa) de la localidad de Olmos - La
Plata y que militábamos en el PST, habíamos alquilado un lugar ubicado en
diagonal 73 entre 5 y 6 de La Plata. Se trataba de un pequeño local para usos
comerciales adaptado como departamento Lo alquilamos equipado como para habitarlo
pero eso era solo una fachada. En realidad cada uno de nosotros teníamos otro
domicilio que desconocíamos mutuamente por las medidas de seguridad que
usábamos durante la dictadura.
Este domicilio común cumplía con el
objetivo de que si nos detenían, lo dábamos como real y, en caso de allanarnos,
parecía habitado con camas, enceres de cocina y alguna ropa nuestra pero, lo
importante era que estaba totalmente “limpio” de cualquier material político.
Cuestión fundamental al momento de un allanamiento.
Hacíamos pasadas frecuentes por ese
lugar y nos dejábamos ver por los vecinos a fines de que, si alguien preguntaba
por nosotros, no nos señalaran como desconocidos.
Con Miguel a veces coincidíamos en
estas pasadas temporarias y otras no. Esto se debía a que cada uno en su
fábrica tenía sus propios turnos de trabajo o francos semanales.
Julio, Alejandro y Mónica , más Pelusa
(otra militante del partido) y yo conformábamos una célula (nombre dado a los
equipos partidarios bajo la dictadura caracterizados por el alto grado de
clandestinidad que manteníamos). Unos meses antes del hecho que motiva este
relato, tanto Pelusa como yo fuimos reasignados dejando de pertenecer a esa
célula ingresando Miguel, mi supuesto compañero de vivienda, a la misma.
Hacía poco tiempo que teníamos
alquilado ese lugar y nos sobresaltó el comentario que le hizo una vecina a
Miguel. Le dijo que alguien desconocido le había preguntado sobre si conocía a
quienes habitaban ese domicilio. Fue una preocupación que rápidamente quedó superada
a causa de lo que paso a relatar.
El 12 de mayo de 1977 por la mañana,
coincidimos con Miguel en nuestra rutina de hacer una “pasadita” por la supuesta
“vivienda común”. Es ahí donde Miguel me cuenta que la noche anterior, cuando
se dirigía hacia el departamento donde residían los tres compañeros militantes
de Tolosa en la calle 3 entre 521 y 522 de Tolosa (lugar donde funcionaba la
célula), estando próximo al lugar observó movimientos de personas que le parecieron
sospechosos. Desconfiado de lo que sucedía, siguió caminando hasta la esquina
y, posteriormente, regresó confirmando que esas personas eran de un grupo
represivo habida cuenta que entraban y salían portando armas de grueso calibre.
Como yo conocía los teléfonos del
trabajo de Julio Matamoros y el del domicilio de sus padres, me fui hasta un
teléfono público y llamé a ambos.
En la oficina, donde trabajaba Julio en
el banco, me informaron que no se había presentado esa mañana y posteriormente,
cuando llamo al domicilio familiar, contesta su hermano menor con voz alterada
diciéndome que Julio no se encontraba y me preguntó sobresaltado sobre quién
hablaba.
Quedó muy claro que la preocupación y
sospecha de Miguel no eran infundadas. Dimos la alarma al partido para que se
supiera sobre este hecho y se tomaran todas las medidas de seguridad
necesarias.
Analizando hoy lo sucedido, considero la
posibilidad que el comentario de la vecina a Miguel y este hecho estuvieran
relacionados. Podría ser que nos estaban haciendo un seguimiento y dieron con
el domicilio de Tolosa pensando en seguir con el nuestro. Obviamente, son solo
conjeturas que, según me parece, nunca podremos aclarar.
En mi caso tuve que renunciar a
Propulsora, cuestión que lamenté mucho porque me había estructurado en una
fábrica metalúrgica con mucha tradición de lucha en la región con la ilusión de
militar en ella, pero tuve que dejarla. Como la situación ya era insostenible para
Pelusa y para mí residiendo en La Plata, comenzamos a prepararnos para irnos a
capital (también nosotros éramos, y somos, pareja). Pocos días después y, ya
con trabajo en Buenos Aires, el partido nos propone ir a Mendoza para reorganizar
esa regional.
Hacia allí partimos a mediados de 1977,
Pelusa primero y luego, cuando ella se organizó con vivienda y trabajo, partí
yo que estaba trabajando en capital y me hospedaba en una pensión. Pero, ya
instalados en Mendoza, en febrero de 1978 fuimos secuestrados y desaparecidos
por una semana, para ser luego derivados a la penitenciaría de la capital
mendocina donde estuvimos encarcelados por seis meses y, finalizado este
tiempo, liberados bajo fianza para ser condenados posteriormente a dos años de
prisión con libertad condicional.
Parece mentira pero, como la vida a
veces da revanchas, ya de regreso a La Plata, al poco tiempo, pude reingresar a
Propulsora en marzo de 1979 (evidentemente la descoordinación de los servicios
de inteligencia y el poco desarrollo de la tecnología estuvo de mi lado). Pero
la revancha no fue solo el reingreso porque, llegada la democracia, fui elegido
como delegado de sección, miembro de la comisión interna de reclamos y,
posteriormente, candidato de la lista naranja de oposición a la burocracia de
la seccional de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). Pero esa es otra historia
que ya contaré en su momento.
En esta nueva etapa que retomamos en el
regreso a La Plata, quedamos con el recuerdo de estos compañeros pero llenos de
interrogantes. Nunca supimos más sobre lo que les sucedió hasta treinta seis
años después del secuestro.
En 2013, el Equipo Argentino de
Antropología Forense, los identificó en una fosa común del cementerio de
Ezpeleta, enterrados como NN. Habían pasado por varios centros clandestinos de detención
y fueron fusilados frente a la comisaría de esa localidad simulando un
enfrentamiento. También me enteré que “Moniquita” estaba embarazada.
Esta tragedia marcó fuertemente mi vida
aunque ya habíamos pasado por la Masacre de La Plata del 4 y 5 de septiembre de
1975, donde en menos de 48 hs. fueron secuestrados, salvajemente torturados y
asesinados ocho militantes del PST (cuatro compañeras y cuatro compañeros)
hecho que cumple su 50° aniversario este año. O por la muerte de Carlos Scafide
el 13 de enero de 1976, obrero de Propulsora Siderúrgica secuestrado, fusilado
y dinamitado en Ensenada.
Pero el caso de ellos tres tenía una
particularidad para Pelusa y para mí, los cinco compartíamos mucho tiempo juntos
porque, la situación de clandestinidad nos llevaba, no solo interactuar
políticamente, sino como amigos.
Desarrollamos una amistad con una
relación muy particular porque no podíamos compartir mucha información debido a
que cuidábamos las medidas de seguridad, pero estas limitaciones no fueron un
impedimento para que generemos fuertes lazos amistosos.
Ellos, con su corta edad, dieron la
vida por la revolución socialista. Fueron parte de esa camada de luchadores
desaparecidos por los responsables del golpe patronal / militar / clerical que quería
poner fin a las luchas que amenazaban al sistema capitalista comenzadas en los
años ´60, que llegó a su punto máximo con el Cordobazo, y que ni el mismo Gral.
Perón pudo frenar.
Pero a pesar de estos duros golpes, esa
dictadura sangrienta no pudo poner fin a las luchas por un mundo más justo y así
fue que siguieron surgiendo nuevas camadas de luchadores y luchadoras continuadores
de Julio, Mónica, Alejandro y tantos otros que pelearon por un mundo mejor.
Ellos son más necesarios que nunca en
este momento donde el gobierno liberfacho de Milei apoyado por los gobernadores
y la falsa oposición, votan leyes regresivas y aplican la represión para
imponer los planes económicos del FMI y las multinacionales, tal como lo hizo
la dictadura militar.
Hoy, con el orgullo de seguir en la
ruta que me mostró el glorioso PST y como miembro de Izquierda Socialista
(FIT-U), saludo a todos aquellos que siguen trabajando en la construcción de
esa herramienta fundamental para la revolución que es el partido revolucionario
y es este el mejor homenaje para todas y todos aquellos compañeros caídos en la
lucha.
Por todo eso, a los cuarenta y ocho
años del secuestro de los compañeros de Tolosa, sigamos exigiendo justicia por Mónica,
Alejandro y Julio y todos los detenidos, torturados, desaparecidos y asesinados
antes y durante la dictadura militar y gritemos muy fuerte:
¡HASTA
EL SOCIALISMO SIEMPRE COMPAÑEROS!
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